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¿Pagamos bien a los científicos en España?
¿Son adecuados los salarios, precisamente en el escalón inicial
de la carrera científica? Es de suponer que la respuesta que a estas cuestiones
puedan dar los receptores de esos salarios será homogénea y poco
susceptible de interpretaciones dudosas. De hecho, no se trata de una cuestión
menor, sino tal vez crucial y situada en el corazón mismo de la política
científica. Sin ese pudor que él mismo intuye en el análisis
de la situación, Fernando de Castro aborda un problema inevitable y en
cuya solución puede que esté la base del futuro.
SALARIOS EN CIENCIA: ¿UN PROBLEMA QUE SE SOSLAYA?
Fernando de Castro
Muchas veces, cuando nos sentamos
a discutir acerca de los problemas con los que topa la realidad de la Ciencia
española, tanto en sus orígenes como en la actualidad, parece
que nos invade un extraño pudor a la hora de, simplemente, ver si uno
de los factores que la condicionan y limitan es el de las retribuciones económicas
del personal involucrado en las tareas científicas. Todo ello se da,
de forma extrema, en el caso de los científicos dedicados a lo que se
viene a denominar "ciencia básica" (personalmente, me parece
un error de concepto dividir la Ciencia, ya sea en "básica"
versus "aplicada", ya lo hiciera el premio Nóbel Joliot-Curie
en "proletaria" versus "burguesa"), que en nuestro país
son casi exclusivamente funcionarios públicos. Y eso, los que son funcionarios...
En la sociedad en que vivimos, a comienzos del siglo XXI, los acicates que una
persona puede tener dentro de su ejercicio profesional me atrevería a
decir que son de tres tipos: acicates de tipo profesional (la clásica
vocación, el tipo de trabajo que se realiza, etc.), de tipo laboral (las
condiciones o el lugar en que el trabajo se realiza) y de tipo económico
(la contraprestación económica que se recibe por el trabajo realizado).
La carrera científica se engloba dentro de aquellas profesiones en las
que, por el tema sobre el que versan y la creatividad que ofrecen, todavía
mantienen un importante componente de lo que he denominado como "profesional"
(o vocacional), mientras que la mayoría de los empleos están relacionados
con actividades en los que los acicates fundamentales (a veces casi exclusivos)
que podamos encontrar son de tipo "laboral" y "económico".
Con ello quiero decir que la actividad científica, por su objeto, la
investigación sobre las diversas incógnitas, puede suplir, en
no pocas ocasiones, el hecho de que un salario sea significativamente menor
que el de una persona trabajando en un puesto de cualificación y exigencia
similar, pero en otra actividad económica. De igual forma, el objeto
de la Ciencia puede subsanar las deficiencias que las condiciones laborales
precisadas obliguen (vivir en grandes ciudades, por las facilidades de que se
dispone para tener un laboratorio o, en el extremo opuesto, vivir en regiones
remotas para poder tener acceso a las muestras y observaciones científicas
requeridas).
Pero todo ello tiene unos límites. Es obvio: si el salario percibido
por el científico no fuera suficiente para poder cubrir sus necesidades
inmediatas, esa persona se vería obligada a buscar el sustento en otro
campo diferente, abandonando total o parcialmente su dedicación a la
Ciencia. Igual pasaría, e históricamente ha pasado, con cualquier
tipo de actividad humana.
Esas especiales condicionantes de tipo económico (salarios, comparativamente,
bajos o muy bajos; condiciones precarias de estabilidad y empleo) suponen, para
quien emprende una carrera científica, una especie de carrera de obstáculos
paralela a la inherente a la propia actividad. Supongo que no hace falta recurrir
a ninguno de los ejemplos que cualquiera de nosotros ha experimentado a lo largo
de los años, o que ha visto en los compañeros más o menos
cercanos.
Sin ir más lejos, en el número de la revista Nature aparecido
el pasado 10-I-2002, un comentario informaba acerca de que, en la primera potencia
científica del mundo, diversas instituciones habían decidido atacar
un problema fundamental para el presente y el futuro de su tejido científico:
se había decidido aumentar considerablemente los salarios de los jóvenes
científicos pre- y posdoctorales para poder así intentar enrolar
en Ciencia a aquéllos que se contasen entre los más válidos,
brillantes y prometedores de sus promociones que, en los últimos años,
parecen dirigirse en un número cada vez mayor y más creciente
hacia otras actividades, más o menos alejadas de la Ciencia, en la que
se les ofrecen mejores condiciones de tipo laboral y económico. Este
incremento anunciado era, nada menos, que del 60% del salario de un posdoctoral
de primer año... Todos sabemos que, en los Estados Unidos, un científico
establece complementos a su salario derivados (y por tanto, enteramente dependientes...)
de los propios proyectos que le han sido concedidos por las diversas instituciones.
De esos mismos proyectos, muchas veces pueden disponer de fondos para poder
complementar salarios de posdoctorales que están realizando un trabajo
especialmente importante para el laboratorio (de todos es conocido el posdoctoral
español que llega con beca española o europea a un laboratorio
americano y su jefe, allí, le complementa el salario según la
productividad, etc.).
Relativamente más cercano es el caso de Gran Bretaña que, el pasado
15 de Agosto, comenta Paul Smaglik, editor de la sección Naturejobs,
de la misma revista Nature, donde se anuncian ofertas de trabajo en Ciencia
para el mundo entero: en Gran Bretaña --uno de los países de la
Unión Europea con mayor nivel científico y en el que la Biotecnología
ha significado, realmente, un vuelco en los últimos años- el Departamento
de Comercio e Industria del Gobierno lanza un plan de 2.000 millones de libras
esterlinas (aprox., 3.200 millones de €) para aumentar en, aproximadamente,
un 33% el salario de un estudiante predoctoral y en, aproximadamente, 6.500
€ anuales el de un posdoctoral. Smaglik señala que, con ello, se
trata de corregir los años de salarios bajos con que se ha "empujado"
a los licenciados y posdocs a dejar la Ciencia para abrirse camino en otras
"carreras diferentes con más rápido y mayor beneficio económico"
(en ambos casos, las comillas marcan traducciones literales del inglés).
En España ha ocurrido algo parecido, pero, como veremos, el origen del
cambio ha sido diferente. En los años 1985-1995 hubo un notable incremento
en el número de becarios beneficiados con una beca oficial (Ministerio
de Educación, comunidades autónomas) que nos involucramos en tareas
de investigación encaminadas a la realización de nuestras tesis
doctorales. El montante de la beca del programa de Formación de Personal
Investigador (FPI) del Ministerio de Educación, el año que yo
comencé mi trabajo experimental (1992), era de 90.000 ptas. mensuales
(doce pagas, en total 1.080.000 ptas. brutas). En esos momentos, el número
de candidatos tentados por un salario durante cuatro años y la posibilidad
de obtener el grado de doctor (el máximo que se puede alcanzar en una
carrera académica, no lo olvidemos...) era bastante grande y, de hecho,
era bastante frecuente el caso de gente que estaba años sin cobrar y
trabajando en esos laboratorios antes de poderse ver beneficiado con una beca
así... si es que lo lograba. Las causas: la explosión demográfica
de finales de los sesenta, que saturaba las universidades, y la crisis económica,
que imposibilitaba muchas salidas laborales. En el año 2000, la beca
predoctoral del Ministerio de Ciencia y Tecnología pasó de 130.000
ptas./mes a 160.000 ptas./mes, el mayor aumento que se recuerda. El motivo de
dicho aumento puede aducirse, simplemente, a que de esa forma se intentaba "compensar"
mejor una actividad que lo necesita. Detrás de ello, una realidad muchas
veces callada: el número de candidatos para hacer tesis doctorales en
España ha disminuido de forma radical. ¿Por qué? Porque
el famoso baby-boom ya se ha pasado, porque la situación económica
remonta el vuelo en el 1995-1996 y en la sociedad comienza a haber mucho más
trabajo que los años anteriores, y porque la cantidad de problemas inherentes
a nuestra profesión ahuyenta al más pintado. En el momento del
aumento, es un secreto a voces que muchos laboratorios disponen de becas (dinero
para contratar a un becario), pero no tienen un candidato con qué cubrirla.
En no pocos casos, nuestros colegas reconocen una realidad: han escogido, finalmente,
a uno de los pocos candidatos que se les ha ofrecido, "el menos gris de
entre los grises", confiesa un brillante investigador y buen amigo. Y la
figura se repite: con honrosas excepciones, que las hay, en muchos casos se
enrola en Ciencia vía una beca la gente que no encuentra otra cosa. Y
esa forma de enrolar para un sistema no es válida en ningún caso,
pero, quizá, donde es más nociva y peligrosa es en un sistema
científico: ¿qué se pretende de esos doctorandos en un
futuro? ¿qué esperamos obtener de ellos: buenos científicos,
buenos técnicos o qué? En todo sistema se debe cuidar la entrada
para que la salida del mismo sea óptima, la mejor posible, y si a un
licenciado (pongamos, por ejemplo, de Biológicas, que llenan nuestros
laboratorios) se le ofrecen tres salidas con buenas perspectivas (derivadas
de la solución de una especie de sistema de ecuaciones: profesional +
laboral + económica), lo lógico es que, estadísticamente,
un tercio de los mejores licenciados vaya a engrosar cada una de esas tres salidas
buenas. Como dice un consagrado científico español, amigo de lo
taurino, "¿Cómo vamos a hacer milagros con el desecho de
tienta?".
Pero no sólo se trata de observar el caso de los becarios predoctorales,
aunque ése es el primer escalón. En no pocos casos recientes,
científicos que han obtenido puestos en agencias nacionales, a la hora
de elegir un destino final se decantan por un destino de provincias convincente
(quiero decir, bueno a priori) que uno en una gran capital (Madrid, Barcelona),
y uno de los factores que más pesa en la elección es el hecho
de que la vida en estas grandes capitales sea mucho más cara que en una
capital de provincias. Pero, a la vez, se da la circunstancia de que la mayoría
de los centros de investigación mejor dotados de España siguen
estando en Madrid o Barcelona, con lo que las mejores savias de renovación
nos encontramos con que se están yendo a otros centros que, por lo general,
no son tan potentes. Se reedita así lo que ha pasado en otros países
de nuestro entorno: la fuga de no pocos científicos brillantes desde
los centros de París e inmediatos alrededores en l´Ille-de-France
hacia otros lugares de Francia con mejor nivel de vida para un salario igual
o, incluso, al extranjero. O lo ocurrido en Gran Bretaña, donde al dispararse
el nivel de vida de la capital, el Gran Londres, ha obligado a las autoridades
científicas (y funcionariales en general) a imitar a las empresas privadas
y aplicar un "complemento-Londres" que es económicamente bastante
substancioso. Claro que detrás de esa puerta se abrió la siguiente:
hace ya años que las universidades y centros públicos de investigación
británicos negocian individualmente las condiciones de incorporación
de nuevos científicos, condiciones que incluyen también el salario,
y allí están incorporándose nuevos científicos británicos
y extranjeros (conozco el caso de bastantes europeos que han seguido esa senda
en los últimos años: franceses, italianos, alemanes...).
No tenemos que tenerle miedo a que una persona que se decante por hacer carrera
científica no pueda tener una vida "normal": nadie pretende
que ese científico tenga que hacerse rico y que vaya a ganar tanto como
un broker de bolsa, pero me parece absurdo pensar que se va a poder corregir,
desarrollar y mantener un sistema científico reclutando únicamente
una especie de "monjes-soldado" que, por lo demás, la sociedad
actual, para bien o para mal, no cultiva. Si no, corremos el riesgo de que en
nuestras universidades y centros de investigación, la falta de competitividad
de ese sistema de ecuaciones (condiciones profesionales + laborales + económicas)
convierta nuestra profesión en, digámoslo, "deficitaria"
y que, de alguna forma, haya que recurrir al tópico de suplir con "cervecitas,
playa, buen clima y mucha marcha" esos defectos. Porque, en ese caso, Spain
will remain being different for centuries.
Cuando yo era un niño, nuestros éxitos deportivos en el extranjero
se circunscribían a los de Mariano Haro o Paquito Fernández-Ochoa.
En el momento en el que en el deporte español, de masas o no, entró
el dinero, el deporte se ha hecho muy rentable tanto desde el punto de vista
deportivo como desde el propio punto de vista económico. ¿Qué
esperamos a hacer lo mismo con la Ciencia en España?
Fernando de Castro
Neurobiología-Investigación
Hospital Ramón y Cajal
Carretera de Colmenar, Km. 9
E-28034-Madrid
fernando.castro@hrc.es
Tel.: 913.368.000 (ext. 7806)
Fax: 913.369.016
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